domingo, 11 de enero de 2015

Deliciosa.

Quisimos ser eternos cuando teníamos hasta las manecillas del reloj en nuestra contra.
Éramos un conjunto precioso, envidiable, maravilloso para cualquiera que nos echara el ojo.
Cuando nos conocimos, no tenía ni idea del tiempo que pasaría junto a la otra mitad que completaba la armonía para la que fuimos creados. La gente quedaba impresionada con nosotros, con la pareja tan perfecta que formábamos.
Mi mayor frustración fue no ser capaz de volver nuestra unión infinita; veía el final aproximarse cada segundo, inminente, inevitable… al fin y al cabo, éramos eso, unión y separación predestinadas, nacidos ambos para chocar nuestras vidas y continuar. Me gustaría dejar de sentirme tan frustrado ante esta idea y gritarle al mundo que valemos algo más, que unidos somos un grandioso dúo que nunca debería verse forzado a terminar de esta manera.
Aún así, por muchas ganas que tengo, si yo no acabo con nuestra conexión y la rompo antes de tiempo, otra persona vendrá y se llevará a esta mitad mía con la que me gustaría pasar el resto de mis días.
Pero prefiero ser yo quien corte los hilos mejor que un desconocido.
Volviendo a nuestra trágica historia... cuando nos conocimos, no sabía que pronto quedaríamos tan distantes y a la vez tan dentro ella de mí.
Desde el momento en que la vi, atrapó mis ojos como si sólo ella existiera en el mundo. Ella, ella y nada más que ella. Me enamoré de su dulzura, de su decoración exterior, de sus colores, de su olor… Sentí una debilidad inminente por conocer su interior, por saborearlo, por tenerlo a merced de mi voluntad…
No me lo pensé dos veces y fui a por ella, necesitaba sentarnos en una mesa y pasar tiempo juntos (hasta que la hora marcada por el reloj anunciara lo que  tanto quería evitar).


Pedí un café y nos conducí hasta una mesa vacía del local. Una vez allí, la miré unos segundos y… la probé. Un bocado bastó para engatusar mi paladar y mi lengua, haciéndome perder la cabeza por ella. Todos los niños que pasaron delante de nosotros nos envidiaban, ¡quién no querría una tarta tan deliciosa (a la vista y al gusto) como ésta!

No hay comentarios:

Publicar un comentario