“Quisimos
ser eternos cuando teníamos hasta las manecillas del reloj en
nuestra contra,
pero...
¿por qué no romper la cadena que ataba el reloj a las horas?
¿Por
qué no vivir entre poesías y utopías?
Podemos
ser eternos, y héroes,
sólo
por un día.
Podemos
ser el cielo y el mar,
y,
como Bécquer nunca escribiría,
podemos
delinear el horizonte
en
perfecta armonía.
Podemos
correr por los raíles del tren,
por
las vías,
y
en mitad de estas,
fundirnos
donde nadie más lo haría.”
Derrotados
en un apartado y oscuro rincón del bar vacío de siempre, ambos,
mirándonos, nos recitábamos, sin decir nada, estas palabras.
Estábamos
cada vez más solos, rodeados de gente. Cada vez éramos más
nosotros y menos el resto del mundo. Cada vez éramos menos dos y más
uno. Y ese rincón, ese pequeño rincón, cada vez se convertía en
un infinito universo de posibilidades,
Sí,
eso éramos tú y yo, una infinidad de posibilidades.
Pero
lo que nos perdió fue el hecho de que tú citabas a Rulo y decías
que yo era la Coca-Cola, tú el whisky barato, y que juntos éramos
tu mezcla preferida para ahuyentar el llanto, mientras que yo, sin
ningún tipo de remordimiento, quemaba viejas fotografías y bebía
tequila frente a ti. Yo me dejaba llevar por la música, y tú
disfrutabas viéndome volar con las notas que salían de tu guitarra
y las palabras que salían de tus labios, ¡benditos labios!
Recitábamos
palabras que decían como podíamos ser eternos cuando, sin darnos
cuenta, ya lo estábamos siendo.
Hell, @_s0ldeinvierno
No hay comentarios:
Publicar un comentario