El
vinilo giraba en el tocadiscos una y otra vez, mientras que la música
era lo único que rompía el silencio. Cada uno en una esquiña de la
habitación, tú con tu mirada fría y arrogante clavada en la mía,
orgullosa y desafiante. Nuestros ojos, al mirarse mutuamente,
bailaban un tango demasiado bello como para pararlo, y nuestra
sonrisa era una sonrisa amarga, una sonrisa de aquelllos que les jode
revivir ciertos recuerdos.
Y
es que eso era lo que estábamos haciendo, revivir ciertos recuerdos.
Revivir
el momento en el que no solo nuestras miradas bailaban el mismo
tango, sino que también lo hacían nuestros cuerpos. Un tango que
después acababa en poesía formato susurro.
El
mismo vinilo, la misma canción y la misma habitación, pero no las
mismas personas. Antes solíamos ser dos valientes que se aventuraban
juntos hacia el centro de la estancia, mientras que ahora somos dos
desconocidos que no se atreven a dar un paso adelante para acercarse
a lo que en otro tiempo fue nuestro templo.
@_s0ldeinvierno
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