domingo, 18 de enero de 2015

Tango suicida.


El vinilo giraba en el tocadiscos una y otra vez, mientras que la música era lo único que rompía el silencio. Cada uno en una esquiña de la habitación, tú con tu mirada fría y arrogante clavada en la mía, orgullosa y desafiante. Nuestros ojos, al mirarse mutuamente, bailaban un tango demasiado bello como para pararlo, y nuestra sonrisa era una sonrisa amarga, una sonrisa de aquelllos que les jode revivir ciertos recuerdos.
Y es que eso era lo que estábamos haciendo, revivir ciertos recuerdos.
Revivir el momento en el que no solo nuestras miradas bailaban el mismo tango, sino que también lo hacían nuestros cuerpos. Un tango que después acababa en poesía formato susurro.
El mismo vinilo, la misma canción y la misma habitación, pero no las mismas personas. Antes solíamos ser dos valientes que se aventuraban juntos hacia el centro de la estancia, mientras que ahora somos dos desconocidos que no se atreven a dar un paso adelante para acercarse a lo que en otro tiempo fue nuestro templo.


@_s0ldeinvierno  

No hay comentarios:

Publicar un comentario