lunes, 13 de abril de 2015

Invitación a la libertad.


Un joven muchacho, el que supuse que era bailarín, danzaba sobre una vieja tarima. Sus puntas, viejas y estropeadas, se ajustaban perfectamente a la elegante postura de sus pies, los cuales movía con gran destreza. Si mirabas de cerca las puntas, podías notar cómo estas resbalaban en ellos, ajustándose perfectamente a sus movimientos y permitiéndole bailar de la manera que él quería. Los lazos que las ceñían a sus pies ascendían por sus tobillos y con cada movimiento se aflojaban de una forma casi imperceptible.
La tarima temblaba y crujía cada vez que las puntas del muchacho entraban en contacto con ella, en cada paso, en cada salto e incluso cuando paraba a descansar. Era una tarima de bambú (o de algo parecido a ello) que se encontraba dentro de una vieja casa de estilo japonés, la cual había sido abandonada unos cuantos años atrás. Sus endebles puertas correderas de papel de arroz vibraban con los suspiros de nuestro artista y cuando este se dejaba caer al suelo incluso parecían a punto de romperse. Supuse también que le gustaba ir allí a bailar porque, si la casa estuviese viva, esta lo acogería para dejarlo bailar libremente y sin críticos que le dijeran cómo hacerlo.

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