sábado, 4 de abril de 2015

Cuerpo se acostumbra a cuerpo

Respira. Coge aire y suéltalo detrás de su oreja, sintiendo en tus labios cada centímetro de su piel hasta el auge de ver cómo comienza a estremecerse.

Respiro. Recuerdo su mano recorriendo mi pierna izquierda como si esta fuera el objeto más delicado del mundo, cómo me beso y cómo llegué a maldecirme por sentir todo aquello que sentí. Vuelvo a respirar y el recuerdo me transporta hasta el día del segundo primer beso. Los besos son los centímetros vencidos de las ganas de no querer ninguna distancia respecto al cuerpo de alguien. Y las distancias siempre fueron hechas para vencerse, vencidas quedaron y se rendirán en miles de ocasiones.
Ayer me besó. Aunque tal vez puedo estar hablando del ayer como quien habla del pasado que siempre será presente bajo la piel.
Ayer me besó o quizás no.
Te besé y supe que ya no iba a poder hallarme.
Nos besamos.
El nosotros se formó.
Dos piezas parecen no ser capaces de encajar hasta que encuentras ese hundimiento en su pared que hace que se unan (y no puedan desunirse). Parecíamos no ser capaces de encajar hasta que descubrimos lo bien que encajaba mi vacío con tus ganas de llenar. Literal, corporalmente y corazonadamente.

Respiro. Encuentro tu cuerpo junto al mío y sé que esta es la historia de tu cuerpo cubriendo el mío, el cómo del no sé cuándo llegaste a formar parte de mí. Vuelvo a respirar y termino de aprisionar su cuello con mis labios, haciéndole enfermo de las sensaciones que ni siquiera pensaba que estaban ahí. Exhalo el aire que me asfixia a través del suspiro que provoca en mí con el recorrido de sus fríos dedos por mi vientre subido de temperatura, hasta que todo el aire termina por abandonarme cuando encuentra el punto caliente. Mis manos recorren lo que parecen los kilómetros de su espalda y se dejan guiar por su plegamiento sobre mi cuerpo. Su boca encuentra la mía tras el repentino ascenso y confío en la inexistencia del tiempo. Incendiaríamos cualquier lugar con la mayor de las hogueras solo haciendo entrechocar nuestros cuerpos.
Nunca parecimos hechos el uno para el otro y es que quizás nunca fuimos aquellas dos piezas hechas para encajar, pero sí somos todos los pedazos que la vida ha hecho de nosotros y hemos tratado de reconstruir. Rehízo cada parte de mi ser enseñándome que aunque pareciera roto, incurable y que no había reconstrucción posible, podía hacerse.

Respira. Veo sus ojos y ya no cabe la menor duda. La duda solo fue hecha para separar lo que nunca debió verse con límites. Nuestros cuerpos.
Porque aquel día en el que pareció que respiramos de más, supimos que la distancia entre dos personas solo existe si el yo mismo decide ponerla. Hemos asesinado a la distancia que se interponía entre nuestros cuerpos y ya no quedan centímetros que salvar entre nuestros corazones.
Nuestros corazones. Nuestros cuerpos, Nosotros.

Ayer me besó y juraría que falta una parte de mí.

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