Las personas que no
conocen a Ana dirían que era una chica
normal que amaba la fotografía. Pero
sólo lo dirían porque no la conocen.
Ana era una muchacha menuda y
delgada, de grandes ojos marrones, tez blanquísima y pelo oscuro a la que le
gustaba sentarse siempre en el mismo banco del mismo parque. Sentada allí
observaba a la gente, imaginaba sus vidas… y les tomaba fotos con su cámara.
Ana siempre fotografiaba a las personas sin que estas se dieran cuenta.
A Ana también le gustaba ver programas
y leer sobre asesinos, sobretodo si eran asesinos en serie. Ella siempre se
ponía en la piel del asesino e imaginaba su vida y como se sentía a la hora de
matar. A Ana siempre le fascinó la brutalidad de ciertos asesinatos.
Ana tenía por costumbre revelar sus
fotos de personas y fotos de sus asesinos favoritos. Las colgaba todas juntas
de su pared y clasificaba los retratos de la gente como retratos de las
víctimas de cierto asesino. Más tarde, Ana se imaginaba siendo ese asesino
matando a su siguiente víctima. Aquello siempre le producía un extraño placer.
Ana se preguntaba cómo
se sentiría al matar a alguien justo antes de clavarse un cuchillo en su
corazón.
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