domingo, 15 de febrero de 2015

Si es por voces, moriremos de ruido

Los versos se han convertido en la única medida de mi vida. Ya no vivo de día ni vivo de noche, no vivo. Tengo la sensación de que los cuentos han acabado comiéndose a sus personajes, como si la narración sola hubiese decidido que no quiere tener a nadie más.
Los títulos apenas tienen significado, son una gran tontería y la mayor mentira que puede llevar algo puesto. Las palabras son únicamente conjuntos aleatorios de letras inventadas a las que damos un significado material en cada lenguaje, están tan vacías como… como yo.
¿Escribir? ¡Ya no sé a qué se refieren las personas cuando usan ese verbo! Yo nunca he escrito; se acaso relataba, contaba, exponía, soñaba, viajaba, expulsaba, sanaba...
¿Y ahora? Ahora no hago nada de eso, ¡menuda pérdida de tiempo!
Me desangro. Sí,me desangro. En cada verso, en cada estrofa, en cada poema y en cada firma, me desangro, desgarro esa parte de mí que aún no se ha roto y dejo un cachito de ella en mi arte.
Estoy mejor desprendiéndome de las cosas, tanto materiales como emocionales, así significan menos y no me puede doler si las pierdo eternamente.
Son tontería tras tontería las que me hacen perder la cabeza, nada pesa y todo me aplasta. Una majadería, una locura, un huracán arrasador sin sentido.
Las venas no me aguantan más la presión y las lágrimas y me veo obligado a cortarlas con los folios de papel donde quedan en forma de poemas, escritos con tinta negra y con una pluma de punta rota. Lo hago con la esperanza de librarme del dolor y del llanto, pero no sale nada. Siento que mi cuerpo es nulo y que no tiene intención de colaborar.
¿Y vivir? ¡Por favor! Eso sí que es una auténtica locura: yo sobrevivo; entre libros tan desgastados como yo, tan rotos como mi corazón, tan devastados como mi cerebro y tan cargados de emociones como yo. Me duele ya la cabeza de tanto café, me va a explotar... Los pensamientos y las voces nunca cesan, nunca se detienen, mantienen el eco de sus recuerdos rondando alrededor de mí a todas horas, todas las semanas.


Basta de lamentos y sollozos silenciosos. Es hora de llevar a cabo mi rutinaria catarsis personal.
Le coloco un nuevo cartucho de tinta a mi pluma y abro mi libreta.
Si es por voces, moriremos de ruido, escribo el título del poema y me pierdo, me rompo en los versos.

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