Daba vueltas y tú me observabas,
hipnotizado, como si yo fuera algo
infinito, lejano e intocable.
Yo bailaba, feliz, o creyendo que lo era,
y es que por entonces Tristeza
no se había instalado entre mis costillas.
Y fue ese trece de diciembre el que hizo que el compás dejara de marcar el ritmo, la melodía cesara y yo cayera en el vacío.
Tú, desde arriba, me miraste,
y con aquella mirada lo supe todo:
La Muerte acababa de mirarme
directamente a los ojos.
Entonces yo dejé de sonreír y vivir,
porque la paz se había vuelto
Caos y este, ruina.
Empecé a consumirme y a llevar el trece tatuado en el Corazón que deshojaste y acabó en un "nunca te quise".
Destrocé cada uno de los vinilos
que me unían a ti pero mis
Demonios siguieron sin dar tregua;
por lo que acabé encendiendo
las luces de emergencia y tomando
la vía de escape, desangrándome
a cada verso.
Siendo sincera, aún no consigo
siquiera difuminar
tu tatuaje emocional.
He muerto.
-L, @tintayversos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario