No
hacía falta ser un gran letrista para escribir aquella canción.
Total, no iba a llegar muy lejos, aunque tampoco lo deseaba ya que
sólo la escribía con el objetivo de desahogarse, de sentirse mejor
(aunque dudaba que lo consiguiese). Desde el balcón, guitarra en
mano, cigarrillo en boca y whisky en la mesa, observaba a la gente
pasar como todos los días. Monotonía. Sí, ese podría ser un buen
título. Ella era monótona. Él era monótono. Todo era monótono.
¿Por qué lo era? No tenía ni la más mínima idea, pero aquello se
había convertido en rutina y su recuerdo la perseguía. ¿Cómo le
podía decir a alguien que temía a la monotonía tanto como temía
al cambio? ¿Cómo podía romper esa muralla, que le costó tanto
años contruir, para expresar sus miedos? Simplemente no podía. No
podía volver a aquella tarde de abril, donde empezó el principio
del fin. No podía volver a aquel Madrid que no era ni demasiado
frío, ni demasiado caluroso. No podía volver a aquella rutina, ¡eso
era todo un cambio!
Desechó
esos pensamientos, al fin y al cabo eran basura. Eran la misma mierda
de siempre. Tal vez por eso sus canciones no llegaban demasiado
lejos, siempre iban a raíz de ellos.
Cansada
de oírse a sí misma, buscó una radio y algún CD cualquiera. Lo
puso a todo volumen y, con la voz del gran Robe y su “Salir”,
una sonrisa apareció en sus labios, cantando y recordando como él
lo había hecho meses atrás.
Lo
último que dijo antes de ahogarse en un mar de acordes fue un “Viejo
rockero, me gusta verte cantar”.
_s0ldeinvierno
No hay comentarios:
Publicar un comentario