domingo, 15 de febrero de 2015

Canciones frustradas en los balcones.


No hacía falta ser un gran letrista para escribir aquella canción. Total, no iba a llegar muy lejos, aunque tampoco lo deseaba ya que sólo la escribía con el objetivo de desahogarse, de sentirse mejor (aunque dudaba que lo consiguiese). Desde el balcón, guitarra en mano, cigarrillo en boca y whisky en la mesa, observaba a la gente pasar como todos los días. Monotonía. Sí, ese podría ser un buen título. Ella era monótona. Él era monótono. Todo era monótono. ¿Por qué lo era? No tenía ni la más mínima idea, pero aquello se había convertido en rutina y su recuerdo la perseguía. ¿Cómo le podía decir a alguien que temía a la monotonía tanto como temía al cambio? ¿Cómo podía romper esa muralla, que le costó tanto años contruir, para expresar sus miedos? Simplemente no podía. No podía volver a aquella tarde de abril, donde empezó el principio del fin. No podía volver a aquel Madrid que no era ni demasiado frío, ni demasiado caluroso. No podía volver a aquella rutina, ¡eso era todo un cambio!
Desechó esos pensamientos, al fin y al cabo eran basura. Eran la misma mierda de siempre. Tal vez por eso sus canciones no llegaban demasiado lejos, siempre iban a raíz de ellos.
Cansada de oírse a sí misma, buscó una radio y algún CD cualquiera. Lo puso a todo volumen y, con la voz del gran Robe y su “Salir”, una sonrisa apareció en sus labios, cantando y recordando como él lo había hecho meses atrás.
Lo último que dijo antes de ahogarse en un mar de acordes fue un “Viejo rockero, me gusta verte cantar”.


_s0ldeinvierno

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