Ella había decidido
mirar al futuro.
(Sí, aunque no fuera
fácil, aunque no estaba segura de ser capaz.)
Y su habitación
estaba ahora inundada de marcos vacíos. Ya no había recuerdos, ni escalofríos
ni lágrimas traidoras (de aquellas que deciden aparecer en los peores
momentos). Había decidido que todo lo que habría iban a ser nuevas expectativas
y sueños por cumplir.
La luz se filtraba
por las cortinas escarlatas como si tuviese la intención de advertir otro
amanecer. Salir de casa después de tanto tiempo suponía volver a enfrentarse al
mundo real y volver a escuchar la música de la calle, conversaciones sin
sentido, coches, gritos, risas, todo repitiéndose otra y otra vez, cual disco
rallado e incansable. Todo había vuelto a su cauce. Y suponía regresar a un
mundo por descubrir.
Todo lo que ella
veía, los callejones, los peatones, las flores en los balcones y las casas a
medio pintar, pertenecían a nuevas fotografías en su mente. A nuevas imágenes
capturadas y congeladas por y para ella; algunas borrosas, otras desenfocadas,
sin tener en cuente la iluminación ni la belleza ni la composición. Eran,
simplemente, instantes; nuevas vivencias que iban a reemplazar aquellas pasadas
que, al sacarles el polvo, seguían doliendo. Nuevas sonrisas, nuevas miradas,
hasta algunos brillantes ojos.
Todo era otro
empezar.
Lau, @latedawns_
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